lunes, 10 de octubre de 2011

EL DUEÑO DE LA EXPERIENCIA

Lo extrañé más allá de los otoños
bajo las aún húmedas y lentas
hojas muertas,
más allá del simple polvo
y la clandestinidad
y pensé tanto en su poca belleza
que todo lo opaca,
en hablar, solo hablar.

El impuro Señor
de los finos arrabales
un día me ha deseado
tanto,
como busqué un día a mi madre,
con necesidad.

Entre el mediocre Rey y yo
sobran hoy las inútiles palabras
que solo separan sombras,
solo separan,
entre el aroma insoportable y la belleza
falta definir lo bueno, lo eterno y el valor.
Falta tanto.

Si un día ha de buscarme aquel Señor
seguro yo he de estar para recordarlo
y sumirme en su espalda
que aunque experta
solo dejó en mi
un poco de cotidiana sabiduría,
pero que quede claro
que si acaso fuera casta
no buscaría al Dueño de la Experiencia,
para él, la maestría.

Lo extrañé más allá de tantas cosas
entre lo sublime y lo inalcanzable
lo extrañé tanto,
que solo puedo estar para prestarle
en una noche
mi apacible sexualidad.

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